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『1』

Estaba completamente agotada, era un hecho irrefutable. Empacar todas mis pertenencias en innumerables maletas de equipaje era sumamente extenuante, esto de tener que mudarme hacia un departamento nuevo al parecer, no me venía mucho que digamos, lo digo en serio. Para cuándo pude finalizar aquellas labores, suspire muy aliviada, sólo me restaba un día más en mi antiguo hogar, al día siguiente emprendería un viaje hacia un nuevo horizonte. Estaba emocionada así que por eso encontraba necesario, justo y apropiado organizar mis cosas antes de tiempo si no quería andar -como siempre- a las carreras. Bueno, es que me caracterizaba por ser una mujer un poco desorganizada, pero este año tenía un propósito diferente y era convertirme en alguien responsable y autodidacta.

Arroje lejos una de las maletas con las que había terminado de trabajar y me recosté derrotada en uno de los sofás que se encontraban cerca de mi, bostece con mucha pereza y me dedique a observar mi habitación, sólo se encontraban los muebles que conformaban aquel cuarto vacío, casi podía escuchar el eco que producían los árboles cuando golpeaban fuertemente sus ramas gruesas contra la ventana de allí. Mis padres llegarían en poco tiempo así que todavía podía tomarme un pequeño y merecido descanso. Entonces, comencé a cerrar lentamente los ojos y caí en un sueño profundo.

Y bueno, todo ese pequeño alboroto se debía a que, dado a que ya había dado por finalizados mis estudios, ahora era necesario realizar mi pasantía en un lugar lejos de mi hogar. Mis calificaciones no eran tan malas, era una buena estudiante y regular en dado caso, pero por algunas extrañas circunstancias iba a ser enviada a otra ciudad, muy lejos de aquí. Al realizar debidamente el papeleo conseguí aparte, un departamento cerca del edificio donde realizaría mi tiempo como pasante en una oficina, me gustaba escribir artículos periodísticos y podía sacar al máximo mis habilidades en la escritura. Para eso había estudiado todo ese tiempo. Mis padres al enterarse de que tenía que mudarme todo un año a otro lugar, entendieron perfectamente y decidieron conseguir el departamento del que estaba hablando anteriormente, como en aquel lugar no estaba segura de cuantos estudiantes o pasantes recurrirían allí, opte por conformarme con aquel buen acto de fe de mis padres.

Al menos no viajaría sola, una vieja amiga mía también había tomado la decisión de realizar la pasantía, a excepción de que ella ingresaría a un lugar diferente en donde colaboraban para hacer un libro sobre unas investigaciones escolares, parecido a una tesis. A pesar de que ella juraba que los nervios la atormentaban desde hace más de un mes, por las razones de que prácticamente comenzaríamos desde cero, nueva vida, personas por conocer, afrontar una estricta vida laboral y sopesar firmemente sus decisiones, en verdad habíamos estado contemplado planear a futuro desde hace ya un tiempo.

Así que, en el momento que mis padres arribaron a la casa, me desperté automáticamente, frote mis ojos con cuidado y mi visión rápidamente se recupero cuando al principio la nubosidad me impedía hacerlo. Me saludaron tan cordiales como siempre y yo no pude evitar sonreír con un ápice de melancolía, iba a echar de menos a mis padres como nunca antes. Cuando cayo la noche, me sorprendieron con una pequeña cena familiar que incluía algunos de mis platillos favoritos, tomamos un pequeño momento para agradecer por la comida y, al final, terminamos a gusto.

Como si fuera poco, tarde muchísimo tiempo en conciliar el sueño, di unas cuantas vueltas en mi cama y juro que en la madrugada, no supe ni como fue que me había quedado dormida. Sinceramente comenzaba a sentirme nerviosa, maldición, tenía que confiar en mi si no quería arruinarlo todo, eso estaba claro. Fuera como fuera, me esperaba un día difícil.

Un gran y amplio letrero electrónico marcaba la hora de salida del tren al que yo iba a abordar, recogí mis dos grandes maletas como pude, me despedí con un fuerte abrazado por parte de mis padres y en compañía de mi mejor amiga nos dispusimos a subir al vagón. Me propuse a mi misma no mirar hacia atrás, pues sólo me sentiría nostálgica y por consecuente -característico de mi- iba a hacer un berrinche por separarme de las personas que más apreciaba en el mundo. Ya ni siquiera estaba hablando de alguna otra persona en especial, puesto que no lo había, era tan inexperta sobre cosas de esa índole que me hacían sentir inferior a los demás en algunas ocasiones.

Fue una despedida de lo mas rápida, añadiendo el hecho de que llevábamos un sorprendente retrasó el cual nos impidió despedirnos como habríamos deseado, bueno, ¿que más daba? Elegimos un bien lugar para tomar asiento y bostece con mucha pereza.

–¡Cuanto ánimo Aimi! –dijo mi mejor amiga Nami, sentada frente mío–. ¡Vamos a regresar pronto! Así que, no hay de que preocuparse por ahora, sólo será un año.

Pestañee sopesando las palabras que acababa de escuchar, era verdad, pero aún así para mi era inevitable experimentar aquel tipo de sentimientos inquietantes. Asentí levemente sin responder, como el viaje sería relativamente largo, lo mejor era distraerme en algo, lo que fuera. Como no hubo nada mejor que hacer, me dedique a leer un libro durante una hora y el resto del tiempo lo pase dormida, creo que había sido lo mejor.

Finalmente, habíamos llegado a la última estación de lo que sería mi nuestro destino, por unos instantes sentí un leve cosquilleo de emoción embargar mi cuerpo completo. Recogimos nuestras pertenencias y decidimos que sería buena idea comer algo antes de llegar a los departamentos, lo que nos esperaba no serie nada agradable. Al terminar, nos dirigimos hacia allí con muy falsas esperanzas encontradas, ya que esos lugares eran exclusivamente sólo para dos personas por departamento, incluyendo algunas varias reglas estrictas más, en cada puerta se encontraban los nombres de los respectivos usuarios de estas. Después de buscar por varios minutos nuestro departamento, al fin había hallado uno con mi nombre pero…

Condominio 4, número 11
Okasaru Shirato
Ia Amanogawa

Mis apellidos estaban ahí, Ia Amanogawa, si. Pero ¿De quien era el otro nombre? Que yo recordara el nombre de mi amiga ni siquiera era ese, posiblemente así nos había agrupado el sistema, entonces compartiría un lugar así con una mujer diferente. Bueno. Da igual, aunque estaba consternada por lo que acababa de ver, no tuve otra opción, difícilmente harían un cambio y lo sabíamos, nos habían advertido todo esto, vaya organización más destartalada.

– Supongo que tendré que vivir en otro edificio, ya que mi nombre no aparece por ningún lado –dijo Nami encogiendose de hombros, frunciendo el ceño, quizá estaba molesta–. ¿Me ayudas a buscarlo?

– De acuerdo, pero primero quiero dejar todas mis cosas aquí, ya no aguanto –respondí haciendo una mueca de dolor, saque las llaves de mi bolsillo dispuesta a abrir la puerta–. Espera un momento.

Al entrar, me sorprendí por lo que estaba viendo, –aparte de que el lugar se encontraba sólo– ese sitio estaba de lo más ordenado y limpio, además de que estaba perfectamente amueblado con un estilo moderno. Muebles de cuero tamaño medio como recibidor, una alfombra color beige aterciopelada y encima de esta había una mesita de madera pulida, guau. Inconscientemente me pregunte a mi misma como luciría mi habitación, así que rápidamente decidí echar un vistazo y tanto como la paciencia de Nami lo permitiera, ella sólo esperaba en el umbral de la puerta.

Abrí lentamente la puerta de mi habitación la cual se encontraba oscura, trate de encender la luz pero me percate de que no era un interruptor normal, más bien se trataba de una pequeña palanca que debía elevar para que así la luz comenzara a aparecer en diferentes tonos. De lujo. Me quede paralizada al observar la belleza que tenía frente mío: una cama king-size moderna con una sábana color vino, fresca, un closset mediano con colores elegantes, una mesa de noche junto con una lámpara que lucían muy bien, una alfombra que hacia juego con la sábana y un pequeño escritorio para mi computadora. Yo estaba atónita, el lujo de aquel lugar era tal que me resultaba difícil digerir que viviría en un departamento privilegiado.

–¡Aimi! –llamo en un fuerte grito eufórico–. ¡Apresurate carajo!

Di un leve respingo de sorpresa y me di cuenta que Nami tenía razón, sin hacerla esperar más tiempo, deje todas mis cosas en mi habitación dando un portazo. Camine a paso veloz por la estancia cuando de pronto llego a mi la idea de que si se encontraba mi compañera viviendo aquí. Al llegar hasta Nami supe que se había exasperado más de lo que había imaginado. Vaya…

Nami y yo llevábamos varios años de ser amigas, nos conocíamos perfectamente y siempre nos contábamos absolutamente todo lo que nos ocurría. Ella me entendía muy bien, siempre me aconsejaba cuando lo requería y todo el tiempo se encargaba de buscarme algún chico para así tener una cita. Claro que, yo no estaba dispuesta a aceptar, mucho menos con alguien que no conocía, además de que a simple vista no lograban captar mi atención, para mi no era necesario tener novio –ya que no sabía nada acerca de eso– preferí concentrarme en otras cosas. A pesar de mi edad nunca me había enamorado así que no tenía mucho que contar acerca de mi vida sentimental. Sólo sabía que Nami me contaba acerca de sus extrañas experiencias con los hombres y como lo había pasado con ellos, no me extrañaba para nada, ella era muy atractiva y cualquier hombre aceptaría tener una cita con ella.

Después de tres extenuantes horas de búsqueda por fin habíamos hallado el departamento de Nami, que se encontraba relativamente lejos del mío, mínimo a diez minutos caminando si es que un poco más. Este lugar era mucho más sencillo que mi ahora nuevo hogar, contaba con todos los servicios que podríamos desear e incluso nos encontramos a su compañera con la que ella viviría. Me quede un buen rato ahí hasta que comenzó a oscurecer, tenía que desempacar todo y necesitaba regresar cuanto antes. Me despedí de Nami con la promesa de que volvería a día siguiente, necesitábamos vernos para contarnos lo que ocurriera el resto de la noche. Y no se porque.

El primer día había resultado agotador, sólo quería llegar a descansar y tomar un buen vaso de agua fresca. Al llegar a mi departamento, me encontré con las luces encendidas pero nadie estaba allí, quizá mi compañera estaba en su habitación, que estaba a lado de la mía y se encontraba cerrada, yo me acosté, resoplando aliviada y descansando los músculos. Mire mi celular, no era tarde, recordé que tenía sed y me dirigí lentamente a la cocina. Era hermosa y muy lujosa. Me serví agua bien fría y me dedique a disfrutar.

– ¿Quien coño eres tu? –escuche decir tras de mi a una voz particular. Una voz masculina. Di un salto del susto ¡Caray! ¿Qué demonios?

Me gire despacio hacia donde provenía aquella voz, llegando a verlo. Por dios. Juro que los ojos se me habían abierto desmedidamente al ver a la persona que estaba delante de mi. Mi corazón y mis mejillas estaban intranquilos. Frente a mi se encontraba un hombre, no una mujer y además no era un hombre cualquiera, era el chico más atractivo que jamás, nunca habría conocido.

Ahí recargado en la esquina de cocina se encontraba el; un joven muy guapo que aparentaba mi edad o un poco más, su estatura era alta y su constitución corporal era delgada, su cabello era color rubio, algo desordenado y con unos flequillos que tapaban su frente. Su piel blanca se veía hermosa, yo definiría perfecta, sus ojos eran intensos, azules como el cielo y a la vez destellaban un frío que me helaba la sangre. Sus facciones eran perfectas, tan finas como las de los personajes de la realeza, su semblante era gélido y a la vez algo molesto, estaba de brazos cruzados y me miro ceñudo.

¿Acaso el era mi compañero? No se supone que debía ser así. Me sonroje más por llegar a pensar que compartía un departamento con un hombre ¡Mas aún cuando no lo conocía!

Pronto caí en cuenta que yo estaba titubeando.

– Y-yo… M-mi nombre es… –trate de decir y el alzo una ceja a modo de interrogativa–. A-Amanogawa I-Ia A-Aimi-mi –respondí tartamudeando, sinceramente no se había entendido mi nombre, nada.

El frunció el ceño e hizo una leve mueca de desagrado. Oh-oh, esto no iba nada bien.

– ¿Qué? –inquirió desentendido, pestañeó levemente–. Repítelo –ordeno tajante.

Trague saliva nerviosa, diablos. No tenía porque ponerme como una niña enamoradiza, el estaba mirándome con intenciones de escrutar. No podía portarme así, tan indefensa.

– Soy Amanogawa Ia Aimi –respondí y me anime a preguntar–. ¿Cuál es tu nombre?

– Shirato Okasaru Dio –dijo, se dio media vuelta con la intención de irse, pero yo no podía evitar sentir curiosidad.

– Espero poder llevarme bien contigo –comente sin nada mejor que decir, antes de que el desapareciera.

–Aa.

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